Hace veinticinco años que unos hermanos en la fe me visitaron en España, y estoy seguro de que enviados por el Señor, representando al ministerio evangélico internacional de Campus Crusade For Christ, entre los que destacaba el director español, de dicho ministerio,
D. Jose Monells, y me ofrecieron la preciosa finca de Bellavista, en un hermoso paraje del norte de Portugal, para que realizáramos la obra social de rehabilitación de marginados, pues las adicciones ya golpeaban fuertemente a la juventud portuguesa, como en una prolongación maléfica de la tragedia española, que ya sufría una gran multitud de jóvenes, especialmente vascos, catalanes, madrileños y andaluces, que estaban atrapados en la tétrica telaraña de la heroína, preferentemente, además de seguir arrastrando la cadena de las múltiples adicciones adyacentes, como el hachís, el tabaco, alcohol, anfetaminas y, aún, en menor escala la cocaína.