Después del la ducha y cena (tenemos el privilegio de tener agua en la propia casa y los niños se pueden bañar todos los días) hicimos una reunión, donde compartimos la palabra de Dios, cantamos alabanzas, muchos de ellos en su dialecto, y orábamos. Eran preciosos momentos. Los niños en su tierna edad eran espectaculares, todos cerraban los ojos y cantaban con todas sus fuerzas. Estaban agradecidos a Jesús Cristo porque tenían comida 3 veces al día, tenían agua cuanto querían, y una casa y cama donde dormir. Pero sobre todo se sentían amados y aceptados. Había 17 niños/as que iban al colegio. Con sus mochilas, estuches, etc… Y todo eso gracias a Remar Central, que nos mandaban contenedores con ayuda humanitaria y muchas cosas más!!! Hablo en el pasado, porque era en el principio de Remar Burkina.
Ahora tocaba cortar toda esa verdura, ya cansados del trabajo, el calor, y la hora, pero lo hicimos con mucho cariño y entusiasmo, sabiendo que podemos ser instrumentos de bendición. Al día siguiente los chicos de Remar llevaban temprano todos los condimentos al sector 29. ( donde el comedor social) La Dami y yo íbamos con gozo en el corazón en la moto, que nos llego anteriormente desde España en un contenedor. Ya hacía calor y el sol nos quemaba. Con un pañuelo en la cabeza como las africanas, cogimos la ruta hacia esos niños hambrientos. La comida estaba ya hecha y tenía una buena pinta…Al lado de la olla gigante había unos 450 platos y algunos cubos con agua. No veía yo los cubiertos, y pronto me daba cuenta de que los niños comen con las manos… (genial, pensé yo, así lavo menos platos…jiji.)