“Cuando empezaste a vivir empezaste a morir”. En este artículo, su autora Mari Carmen Jiménez reflexiona sobre la vida, la muerte y la esperanza de la vida eterna desde una perspectiva bíblica y testimonios impactantes.

Por Mari Carmen Jiménez
“Cuando empezaste a vivir empezaste a morir”, este refrán es un recordatorio a la realidad de la vida de todo ser viviente, por mucho que algunos piensen que van a vivir siempre: Todos tenemos que morir. La muerte entra en la tierra por la desobediencia a Dios, Génesis 2, 17 y 3,4, “De todo árbol del huerto podrás comer; mas del árbol de la ciencia del bien y del mal no comerás; porque el día que de él comieres, ciertamente morirás. No comeréis de él, ni le tocaréis, para que no muráis. Entonces la serpiente dijo a la mujer: No moriréis; sino que sabe Dios que el día que comáis de él, serán abiertos vuestros ojos, y seréis como Dios, sabiendo el bien y el mal.”
Y como dice Eclesiastés 3,2,” Todo tiene su tiempo, y todo lo que se quiere debajo del cielo tiene su hora. Tiempo de nacer, y tiempo de morir; tiempo de plantar, y tiempo de arrancar lo plantado; tiempo de matar, y tiempo de curar; tiempo de destruir, y tiempo de edificar. Todo tiene su tiempo, y el que Dios nos concede es una oportunidad para tener acceso a otra vida más duradera, la vida eterna que espera a los que no conocerán la muerte ni del alma ni del espíritu. Dios por medio de sus mensajes recopilados en la Biblia, advierte de que la muerte vendrá para aquellos que no obedezcan su ley, para los insensatos que destruyan sus vidas antes de tiempo por no respetar y obedecer a sus mandatos. Prov 19,16.dice “El que guarda el mandamiento guarda su alma; más el que menosprecia sus caminos morirá”.
Pero hay vida para los que no se rebelan contra la voluntad de Dios, para los que se sujetan al divino yugo de su voluntad, expresado en el amor sacrificial de Jesús, hay vida para los que no rehúsan la cruz de Cristo y se dejan ir al otro lado del Señor, dejando que Él dirija, que lleve el timón en obediencia a su sabiduría, a su verdad siendo libres del engaño y la oscuridad para andar en su luz. David el Salmista lo percibió y nos dice en su Salmo 118:17 “No moriré, sino que viviré, Y contaré las obras de JAH.”

y Jesús repite a lo largo de su tiempo de magisterio en multitud de ocasiones para abrir los ojos de sus discípulos a la esperanza de vida eterna lo que dice Juan 11:26 “Le dijo Jesús: Yo soy la resurrección y la vida; el que cree en mí, aunque esté muerto, vivirá. Y todo aquel que vive y cree en mí, no morirá eternamente.”
¿Crees esto? Creo en la vida eterna y confío en las palabras de Jesús porque su presencia en mi vida lo atestigua, pero hay experiencias a las que llaman, cercanas a la muerte, muy interesantes.
Yo puedo hablar de alguna de esas experiencias de personas conocidas y fiables, la más cercana: mi madre, hace ya casi 40 años, se sintió mal y se descompuso, encontrándose mi padre y yo en el baño expirando, vi el estertor de la muerte y su cara y labios eran de un color grisáceo que duró unos minutos, enseguida me puse a orar en el nombre de Jesús, asustada por la situación, mi padre la llamaba por su nombre mientras la abrazaba y yo impotente solo podía clamar a Dios, a los pocos minutos ella volvió en sí y nos dijo: “Me he ido muy lejos, y todavía os seguía oyendo, han sido todas las felicidades juntas”.

Creo estar ante Dios Padre y me dirijo a él con un ¡¡Papá!!!. En ese momento su Gloria y Presencia es tan fuerte que mi rostro, sin yo querer, se vuelve hacia la izquierda de forma brusca y no puedo volver a mirarle, sólo puedo levantar a media altura mis manos y repetir y repetir balbuceando:
A partir de ahí sólo recuerdo ver a la doctora que me estaba despertando del coma de dos semanas. Al despertarme sentía un gozo y una paz sobrenatural que me duró todo el mes que estuve en el hospital después del coma inducido. No tenía apenas voz y no podía moverme, aún menos levantarme y andar. Con humor me llamaba a mí misma “muñeco de trapo que camina con paso firme cogida de la mano del Señor”, porque así me sentía.

Es interesante comprobar en estas experiencias que el tiempo no es calculable pues no es una dimensión de la vida, Eistein descubrió que a la velocidad de la luz, el tiempo desaparece, otro mundo , otra dimensión que no podemos comprender con nuestra pequeña capacidad intelectual, pero Dios tiene todas las respuestas, y un día según su promesa le conoceremos igual que ahora él nos conoce.
La muerte no pudo retener a Cristo, y en él tenemos esperanza de vida y vida eterna.
Si este refrán “Cuando empezaste a vivir empezaste a morir” es verdadero, por lo que todo hombre sabio debería prepararse para ese momento, el más importante de la vida, pues tras la muerte viene el juicio y nos presentaremos delante del juez y Señor de todo lo creado, ¿quién podrá justificarse ante Él? Solo si tienes al abogado que pagó por tus pecados para defenderte y hacerte justo delante del Santo… que Dios te bendiga.
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