Compartimos un conmovedor testimonio que nos transporta a los inicios de REMAR en Perú, el testimonio de un viaje lleno de experiencias inspiradoras.
En esta ocasión, compartimos un conmovedor testimonio que nos transporta a los inicios de REMAR en Perú. A través de la experiencia vivida con un joven llamado Fleki, nos embarcamos en un viaje que nos invita a reflexionar sobre la entrega desinteresada, la compasión por los más necesitados y la intervención milagrosa de Dios.
TESTIMONIO DE FLEKI
Por: Mari Carmen Jiménez
En los primeros años de REMAR en Perú, uno de los jóvenes españoles, al que le llamábamos Fleki, ya rehabilitado de las drogas, que había ido para compartir el evangelio y por lo tanto compartirse con los necesitados, tenía abierta una casa para ancianos, que por problemas de alcoholismo o por desamparo estaban en las calles, sin techo. Así que fuimos a la ciudad de Tacna, al sur del Perú, para visitarle, y aquel joven con el corazón mucho más grande que la casa en la que vivía, nos dio de cenar después de una reunión en la que oramos con y por los que vivían allí, y al ir a descansar, nos dejó su cama que normalmente tenía que compartir con algún anciano, por los muchos que venían a pedirle ayuda.
Es mejor no entrar en detalles, con respecto a las experiencias de aquella noche, de los olores y picores con que nos obsequió aquel colchón, sólo decir que no pudimos dormir ni un minuto, pero como teníamos que viajar en coche hasta la frontera con Chile, ya que en allí tomábamos un avión para Santiago, no tuvimos que pasar muchas horas en aquella cama.
Al despedirnos en el aeropuerto, le dimos a nuestro hermano, todo el dinero que teníamos para que comprara urgentemente camas y colchones, y al volver a España buscaríamos cómo seguir ayudándole. Debíamos esperar varias horas al vuelo, sin haber dormido y sin poder tomar ni un vaso de agua, porque no llevábamos ninguna moneda encima, pero creo que no nos preocupó en absoluto, ya que cuando Dios nos muestra la gran necesidad que existe a nuestro alrededor, el poder hacer algo para paliarla, por poco que sea, satisface más que cualquier cosa en este mundo y bien valía aquel pequeño sacrificio.
Era el tiempo de fuertes epidemias de cólera en Perú, por lo que los chilenos revisaban muy bien los equipajes para impedir el paso de frutas o verduras; y mirando nuestras maletas, se encontraba aquel aduanero, cuando le llamó la atención uno de los libros escritos por mi marido.
-¿De qué trata este libro? Nos preguntó.
-Es el testimonio de mi conversión y de cómo Dios me llamó a predicar el evangelio a los marginados, a los más necesitados.
-¿Puede venderme uno?
-Claro, por supuesto, estaré encantado.
Así que allí mismo, con nuestras maletas todavía abiertas, aquel hombre sacó moneda chilena, y para nuestra sorpresa, el Señor nos proporcionó, sin ni siquiera haberlo pedido o buscado, el dinero necesario para el desayuno de aquella mañana.
Con el paso de los años, hemos experimentado y lo seguimos viendo actualmente, la multiplicación de panes y peces, dándonos la provisión milagrosa que sostiene hogares del Buen Samaritano, comedores sociales, escuelas gratuitas, hospitales gratuitos, casas para niños huérfanos, de mujeres desamparadas, de alcohólicos, drogadictos, para miles de personas en régimen de internado y otros miles que acuden a los comedores sociales en poblados, cárceles y en nuestros locales de culto en los Europa, África, Asia y América, a dónde ha llegado la extensión del ministerio de compasión de Remar.
Hemos recibido la gracia de Yahvé Yireh para comprar casas, enviar contenedores, sostener misioneros y un largo etc. de milagros de Dios que nos ha provisto cada día del pan, vestido, vehículo y un largo etc. de todo lo necesario.
No tengo palabras para expresar mi gratitud a Dios por el privilegio de vivir esta realidad diaria, pero de forma especial, no puedo impedir una sonrisa acompañada de alguna lágrima, cada vez que recuerdo el detalle amoroso de nuestro Padre, proporcionándonos el desayuno, inesperada y delicadamente, en aquel pequeño aeropuerto del norte de Chile.
La historia de Fleki y el inesperado desayuno en el aeropuerto chileno es un poderoso recordatorio de la fidelidad de Dios y su amor por los más necesitados y nos invita a reflexionar sobre nuestro propio compromiso con la compasión y la acción social. Todos podemos ser instrumentos de cambio en el mundo, ya sea a través de grandes acciones o pequeños gestos de bondad.
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