Vitoria Cadena Dias, una joven de 25 años, nos relata su conmovedora experiencia como voluntaria en las misiones de REMAR en Guinea Ecuatorial. Su testimonio nos inspira a abrir nuestros corazones al servicio desinteresado y a descubrir el poder transformador de la fe y el amor en acción.

Vitoria Cadena Dias, una joven de 25 años, nos comparte su inspiradora experiencia como voluntaria en las misiones de REMAR en Guinea Ecuatorial. Su historia nos invita a reflexionar sobre el poder transformador del servicio desinteresado y la profunda conexión que podemos establecer con personas de diferentes culturas. A través de su testimonio, Vitoria nos anima a abrir nuestros corazones a la llamada de Dios y a embarcarnos en un viaje de crecimiento personal y espiritual que impactará positivamente la vida de los demás.

Sirviendo con amor y entrega en las misiones

Mi nombre es Vitoria Cadena Dias, mis padres son misioneros voluntarios desde hace más de 30 años en la ONG REMAR. Actualmente tengo 25 años y esta es mi historia como voluntaria en las misiones:

Mi tiempo en las misiones en Guinea Ecuatorial fueron 8 meses en total. Para ser sincera, fueron los 8 meses más felices de mi vida, donde pude probar tan de cerca y con tanta fuerza la fidelidad, la bondad y la misericordia del Señor. Me enamoré de tal manera de la obra, porque siempre en REMAR nos consideramos como una familia. Pero hay pocos lugares donde realmente sentimos que pertenecemos, y eso fue lo que me pasó con REMAR Guinea Ecuatorial. Siento que pertenezco a ese lugar, siento que es mi familia, siento que es una casa que tengo. Y aunque viaje y ahora no esté allí, siempre será mi casa y siempre habrá una puerta abierta para mí.

Antes de salir a Misiones estuve más de tres años orando, poniendo al Señor pruebas. Le rogaba que abriera esa puerta para salir a las misiones, y cuando lo hizo fue de una manera tan increíble, porque no pensaba que podía hacerlo así. Yo le decía: “Quiero lo que tú quieres para mí”, aunque mi anhelo por las misiones siempre estuvo ahí. Y un día, cuando ya había entregado todo, recibí una llamada diciendo que me querían mandar a Guinea Ecuatorial. Fue el día más aterrador, pero al mismo tiempo el más feliz. Cuando recibí esa llamada y durante todo ese tiempo desde que la recibí hasta que me fui, si hubo ese miedo constante, eso de pensar en qué iba a pasar, nerviosismo, pero después el Señor confirmó que era mi lugar. Confirmó a mi corazón que no era simplemente un anhelo, sino que era algo que el Señor tenía preparado para mí. Estuve tres o cuatro años orando. Desde ese momento, sabía que iba a ser un propósito del Señor para mi vida, un anhelo que  Él  puso en todo momento.

Las misiones son algo especial. Muchas veces tenemos algunas ideas de lo que es África, pero ahora entiendo cada vez más que podemos tener ese amor por las misiones, pero cuando llegamos ahí ese amor, esa fe, se reafirma en nosotros y Dios confirma ese llamado en nuestro corazón.

En Guinea Ecuatorial era una casa “un patio”, como solemos llamarla, de 130 niños. O sea, son 130 familias diferentes, con muchas culturas diferentes, y eso es mucho trabajo cuando buscamos educar a los niños en una sola línea. Teníamos mucho trabajo con lo que es la educación, la salud y la alimentación, porque esos son nuestros principales objetivos, nuestras metas principales y prioridades para la vida de cada niño y su bienestar, que es en todo momento lo que siempre buscamos. Viví muchas experiencias, incluso enfermarme varias veces, pero Dios siempre estuvo allí y salí adelante de todo.

Durante esos meses yo estaba encargada de los niños, lo que era la comida, la limpieza, el orden y los baños. También estaba encargada de que hicieran sus deberes, de llevarlos al centro escolar y de su ropa, o sea, la organización del hogar era mi trabajo. Nos levantábamos a las 5:30 am a preparar la comida. A las 7, veíamos los baños de los niños y sus desayunos. Teníamos tres turnos: los más pequeños, los medianos y después los mayores. A las 7:45 se iban al centro a estudiar y después de las 8 hasta las 12 era un poco más tranquilo. Íbamos haciendo tareas, cosas que había que hacer en casa, y luego a las 12:30 volvían los niños y comenzaban los turnos de las comidas, de nuevo tres turnos. Y después al terminar, tocaba limpiar. Después, todos iban a descansar y después del descanso había tiempo para repasar las clases, hacer deberes, actividades. Después, recoger la casa, la limpieza, los baños. Los niños miraban un tiempo los dibujos en la televisión y luego llegaba el tiempo de la cena y a descansar por la noche. 

Esta era más o menos la rutina diaria. Obviamente, cuando vivimos con 130 niños y estamos encargados de ellos, siempre hay situaciones que son inesperadas y hay que improvisar. Pero es un gozo muy grande cuidar de la vida de niños que no son los tuyos. No sé cómo explicarlo, pero el amor es otro, no hay palabras para describir el amor tan grande que nace en el corazón por los niños.

Cuando recibí la noticia de que iría a Guinea Ecuatorial, toda mi familia me dijo: “Siempre supimos que este era tu propósito”. Y el Señor lo reafirmó de una manera increíble. Estoy profundamente agradecida con Él y me siento sumamente afortunada y privilegiada, no por bienes materiales, sino por el amor, la preocupación y el cariño que he recibido de las personas que el Señor puso en mi camino a través de los responsables en cada lugar: mi familia, mis padres, pastores y demás personas que me han brindado un gran apoyo. Me siento privilegiada y amada porque veo el amor del Señor en mi vida a través de REMAR. Obviamente, se pasan pruebas, pero el Señor siempre está presente, protegiéndonos y poniendo a personas como ángeles a mi alrededor para que estén pendientes de mí y me guíen por el camino correcto. Estoy muy agradecida y me siento afortunada por contar con tantos hermanos y amigos en la fe.

Siempre le he pedido al Señor que mi corazón esté alineado con sus propósitos y planes. El mensaje que yo daría a los jóvenes que están pensando en hacer un voluntariado y salir a las misiones, aunque parezca algo muy bonito, hay que estar preparados para enfrentar un contraste que choca con nuestras ideas ante una cultura, clima y alimentación completamente diferentes.

Lo mejor es estar abiertos a amar esa cultura, nunca juzgarla. Eso es algo que he aprendido: a no juzgar. Amemos la cultura donde Dios nos ha llevado para entenderlos, porque a nosotros tampoco nos gustaría que nadie llegara a nuestro país y nos juzgara, haciéndonos sentir señalados. Al contrario, enfoquémonos en hacer el voluntariado con la disposición de decir al Señor: “Yo quiero hacer lo que Tú quieras, lo que Tú dispongas. Quiero amar y enséñame a ver la necesidad como Tú la ves. Dame ese amor que sobrepasa el amor sentimental”. 

Animo a los jóvenes a ser fuertes, valientes, a no bajar los brazos y a no perder la fe. Podemos ir de voluntarios porque Dios es fiel y cuando pone un llamado en el corazón lo cumple, aunque muchas veces pensemos que no lo hará. Él lo hace en su tiempo perfecto.

La experiencia de Vitoria en Guinea Ecuatorial es un claro ejemplo de cómo los jóvenes pueden hacer una verdadera diferencia en el mundo a través del servicio voluntario en las misiones. Su pasión, compromiso y entrega inspiran a otros jóvenes a seguir sus pasos y dedicar su tiempo, juventud  y energía a ayudar a los más necesitados.

 

Llamado al voluntariado juvenil:

¿Eres un joven que busca un propósito en la vida? ¿Te apasiona ayudar a los demás y marcar una diferencia en el mundo? ¡Entonces las misiones son para ti! REMAR te ofrece la oportunidad de vivir una experiencia transformadora que te permitirá crecer como persona, fortalecer tu fe y contribuir al bienestar de comunidades vulnerables en todo el mundo.